La mujer en la actualidad



Galia Aguirre T.

En tiempos antiguos casi por norma las mujeres eran propiedad de un hombre, primero del padre y luego de su esposo. La sociedad representa a un juez al momento de determinar los roles y los derechos que debe tener la mujer. En la actualidad a pesar de los avances, evolución en todos los sentidos y el lugar que obtuvo la mujer parece que la sociedad aún tiene el derecho de imponerle sus reglas.

¿Es una obligación que las mujeres seamos madres? ¿Es un requisito que nos casemos para ser mujeres decentes? Al parecer para la sociedad existen reglas que debemos cumplir para pertenecer a ella.
En el afán de buscar la aprobación y cumplir con lo que todos esperan cometimos errores dejando de lado nuestros sueños o metas derivando en más errores e infelicidad. De la familia se espera un apoyo incondicional, pero de igual manera sentimos presión por lo que se supone que una “buena hija, hermana o esposa” debe hacer para ser aprobada.

Fuera de caer en el machismo o feminismo, en la actualidad podemos ver aún una enorme brecha que existe entre las mujeres y si no cumplimos con las normas que dicta la sociedad somos excluidas o señaladas. "Una verdadera mujer no es aquella que es admirada por su belleza y elegancia, sino es aquella firme de carácter que puede decir no cuando sea necesario", esta frase la escuché de un hombre ni siquiera de una mujer.

Nunca llegamos a satisfacer las expectativas de nuestro entorno ya que si somos independientes y no elegimos el matrimonio o hijos significa que somos liberales e irreverentes. Cuando una mujer elige ser dedicadas a la familia y dejar el trabajo es tachada de mantenida y mediocre.

En pleno siglo XXI las mujeres aún debemos luchar por el derecho de elegir sin que seamos juzgadas o señaladas. Sobre nuestros hombros recaen muchas responsabilidades, independientemente la ideología, la religión o la cultura a la que pertenecemos.

Con el paso de los años y el peso de los errores descubrimos que la necesidad de aprobación de los demás no es sinónimo de felicidad ni realización personal. Es en este punto que tras caer y levantarnos aprendemos a decidir sin temerle al rechazo.

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